En la zona de Al-Mawasi, al oeste de Khan Younis, Tony Al-Masri, conocido por su apodo “Abu Asaad”, se encuentra este año nuevamente desplazado, con su esposa Amal y su vecino Hossam, frente a su modesta tienda de campaña. Mientras toman café, rememoran con nostalgia las celebraciones navideñas que solían disfrutar, ahora apagadas por el peso de la guerra. A sus 78 años, Tony carga con el recuerdo de su primera expulsión durante la Nakba en 1948, cuando su familia huyó de Haifa a los campos de refugiados en Líbano, antes de establecerse en Gaza.
“Esta no es la primera vez que pierdo mi hogar y mis seres queridos”, reflexiona Tony, cuyo recuerdo de una Gaza vibrante y llena de vida durante la Navidad choca con la dura realidad actual. A lo largo de su vida, ha atesorado momentos en familia, desde asistir a la iglesia hasta compartir comidas festivas. Sin embargo, por segundo año consecutivo, las festividades han sido borradas por el conflicto que asola la región.
Las memorias de noches celebrando la Navidad con risas y decoraciones se convierten en un recordatorio doloroso de lo que se ha perdido. “Las celebraciones comenzaban después de la medianoche, y mis hijos e hijas estaban a mi lado. Pero ahora, no hay nadie aquí”, lamenta. La soledad que siente en medio del sufrimiento de su pueblo es abrumadora y palpable.
La esposa de Tony, Amal, se encuentra igualmente perdida, buscando razones para celebrar en un contexto de constante adversidad. Cada día, enfrenta desafíos inimaginables. Su vecina y amiga, la tía Umm Asaad, se suma a su desánimo: “No hay alegría, ni sonrisas, ni vacaciones. Solo vivimos en un estado de alerta constante”. Esta situación refleja el ambiente de incertidumbre que ha dominado Gaza desde el inicio del actual conflicto, que se ha prolongado por casi 15 meses.
No obstante, en medio de la devastación, emergen gestos de solidaridad que ofrecen un rayo de esperanza. Hossam Al-Khalili, amigo y vecino de Tony, ha decidido mudarse a Khan Younis para apoyar a la pareja. “Es como un padre para mí”, sostiene Hossam, y destaca la importancia de la comunidad frente a la adversidad. Su familia ha hecho de Tony y Amal parte de su vida diaria, compartiendo comidas y brindando compañía, lo que les permite esquivar la soledad que típicamente enfrentan los desplazados.
Tony, con la mirada puesta en el futuro, anhela un regreso a la paz y a la celebración de la vida. Expresa su deseo de que la guerra termine y que todos puedan retomar las festividades que caracterizan a su cultura. “Espero que 2025 sea un año de bondad para todos los pueblos, especialmente el pueblo palestino”, concluye, albergando la esperanza de días mejores y de un reencuentro con sus seres queridos. La determinación de Tony y su anhelo de un renacer espiritual son un testimonio de la resiliencia del ser humano, siempre en busca de la luz en medio de la oscuridad.