En un panorama donde la frase «moverse rápido y romper cosas» ha cobrado un significado negativo, especialmente ante la creciente desconfianza hacia la tecnología, los legisladores de distintos niveles están abordando de manera activa cuestiones críticas sobre la inteligencia artificial generativa, en especial la creación de deepfakes. Este fenómeno ha generado una creciente ansiedad entre los creadores de contenido, quienes temen que la tecnología, desarrollada a partir de su trabajo, pueda amenazar su sustento. Como resultado, se han presentado múltiples demandas legales en este ámbito.
En respuesta a esta presión social y ante la necesidad de regulación, los legisladores parecen estar priorizando la protección de los derechos de las personalidades, ya sean vivas o fallecidas, así como de las entidades que se benefician de su imagen. Dos propuestas destacadas son el proyecto de ley NO AI FRAUD, que se ha presentado en la Cámara de Representantes, y el NO FAKES, surgido en el Senado. Ambas iniciativas pretenden regular el uso impropio de la inteligencia artificial generativa en la apropiación de imágenes y voces, aunque su redacción es tan amplia que podría afectar prácticamente a cualquier tipo de contenido digital.
Sin embargo, el principal desafío radica en que estos proyectos imitan leyes estatales que reconocen un derecho de publicidad extremadamente amplio, lo que podría acarrear riesgos significativos para la libre expresión. Mientras tanto, varios estados, como Tennessee con su ley ELVIS, y California con la AB 1836, han decidido ampliar los derechos de publicidad, lo que podría restringir aún más la capacidad de las personas para utilizar imágenes y voces incluso en contextos artísticos o críticos.
A pesar de la innegable necesidad de proteger a las personas de la explotación comercial injusta, muchos expertos advierten que la expansión de los derechos de propiedad de esta manera no resolverá el problema de fondo. De hecho, podría generar efectos colaterales en la libertad de expresión, la competencia y la innovación. Por ello, es fundamental que el Congreso considere enfoques más precisos y prácticos para regular la inteligencia artificial generativa, en lugar de apresurarse a establecer legislaciones que podrían tener consecuencias adversas no deseadas para la cultura y la creatividad.