En 2023, Europa ha sido testigo de un destacado fenómeno migratorio, con la llegada de 4,3 millones de personas de países ajenos a la Unión Europea (UE). Esta cifra representa una disminución del 17,9% en comparación con el año anterior, cuando se registraron 5,3 millones de inmigrantes. Es importante señalar que este descenso no incluye a los solicitantes de asilo y refugiados ucranianos que han sido acogidos bajo protección temporal en diversos países del bloque europeo. Además, alrededor de 1,5 millones de personas se trasladaron dentro de los países de la UE, manteniendo una cifra estable con respecto a 2022.
Según datos recientes de Eurostat, se estima que hay aproximadamente 10 inmigrantes de países no pertenecientes a la UE por cada 1.000 residentes en el bloque. Este promedio pone de manifiesto las disparidades entre los Estados miembros, donde algunos enfrentan tasas de inmigración significativamente más altas que otros.
Malta se ha posicionado como el país con la mayor tasa de inmigración, con 76 inmigrantes por cada 1.000 residentes. Le siguen Chipre con 43 inmigrantes y Luxemburgo con 40. En el extremo opuesto, Eslovaquia reportó la tasa más baja, con solo 1 inmigrante por cada 1.000 residentes, seguido por Francia con 6 e Italia con 7.
El análisis de la migración revela que, en la mayoría de los países de la UE, el número de inmigrantes que llegan de fuera del bloque supera al de aquellos que provienen de otros Estados miembros. Sin embargo, hay excepciones a esta tendencia: Luxemburgo y Eslovaquia, donde un 85,7% y 57,5% de los inmigrantes, respectivamente, provienen de otros países de la UE. Por su parte, la República Checa (89,2%), Lituania (88,9%) e Irlanda (87,2%) presentan los porcentajes más altos de inmigrantes procedentes de países ajenos al bloque.
Este escenario migratorio no solo pone de relieve la capacidad de acogida de los países europeos, sino que también evidencia las tensiones políticas y sociales que pueden surgir en el camino hacia la adaptación de la región a flujos migratorios variados y en constante cambio. Las diferencias en las tasas de inmigración pueden ser reflejo de políticas migratorias diversas, condiciones económicas locales y la percepción pública hacia la migración en cada nación.