El lunes 28 de abril, España y Portugal experimentaron un apagón generalizado que afectó a millones de personas en la península ibérica. A las 12:32 horas, un breve periodo de cinco segundos dejó sin electricidad al 60 % de la generación eléctrica, equivalentes a 15 GW, lo que desencadenó un apagón total. Este evento ha ocasionado un saldo trágico de víctimas y daños materiales que aún están siendo evaluados.
Expertos en economía estiman que las pérdidas podrían ascender a 1.400 millones de euros, impactando en un 0,1 % el Producto Interno Bruto (PIB). Sin embargo, las cifras finales dependerán de una investigación exhaustiva que tomará varios meses, ya que la red eléctrica española cuenta con aproximadamente 70.000 puntos críticos, dificultando la identificación de las causas exactas del problema.
Responsables de Red Eléctrica han indicado que el apagón podría haber sido provocado por una desconexión masiva de fuentes de energía, presumiblemente renovables, especialmente en el suroeste del país. Se ha descartado un ciberataque como causa del incidente. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha solicitado una investigación detallada que examine todas las posibles causas, dado que la seguridad energética se ha convertido en una prioridad tras este suceso.
A pesar de las inquietudes sobre la estabilidad del sistema eléctrico, sobre todo por la creciente incorporación de energías renovables y el cierre de centrales convencionales, especialistas sostienen que aún había un apoyo no renovable significativo en la red durante el apagón. No obstante, varios generadores, incluyendo fotovoltaicos y nucleares, se desconectaron debido a las oscilaciones de frecuencia, lo que agravó la situación y provocó un efecto dominó.
El funcionamiento óptimo del sistema eléctrico depende de que los generadores operen a una frecuencia específica. Las tecnologías tradicionales ayudan a amortiguar cambios, mientras que las fuentes renovables, al no estar acopladas a grandes masas rotacionales, no contribuyen a la inercia del sistema. Esto ha suscitado preocupaciones sobre la capacidad de la red para manejar un alto porcentaje de energías renovables.
Expertos han propuesto diversas soluciones para mejorar la resiliencia del sistema eléctrico, como aumentar las interconexiones con otros países, mejorar el almacenamiento de energía y permitir que las fuentes renovables contribuyan al control de tensión en la red. Se enfatiza que, en lugar de retroceder en la transición energética, es crucial invertir en tecnología para estabilizar la red. La seguridad energética se considera fundamental no solo para la estabilidad nacional, sino también para la seguridad de la Unión Europea.