La Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) es, sin duda, la mayor estructura espacial construida en órbita. Con un tamaño comparable al de un campo de fútbol, orbita a 400 km de altura y se desplaza a aproximadamente 30.000 km/h, completando una vuelta a la Tierra cada 90 minutos.
Desde su inicio en 1998, la ISS fue diseñada para tener una vida útil de 15 años. Sin embargo, ya lleva más de 21 años habitada de forma permanente. Los países que participaron en su construcción –Estados Unidos, Rusia, Europa, Canadá y Japón– tienen un acuerdo para mantener sus operaciones hasta 2024. No obstante, Estados Unidos ha propuesto extender este plazo hasta 2028 como mínimo.
La actual guerra en Ucrania podría alterar este panorama, especialmente debido a la amenaza de Rusia de abandonar la estación como respuesta a las sanciones occidentales. Esta situación plantea la pregunta: ¿cuál sería el efecto en la ISS si Rusia se retira?
Hasta el año 2020, la NASA pagaba a Rusia hasta 80 millones de dólares por astronauta para transportar a su personal a la ISS, lo que constituía la actividad más rentable del programa espacial ruso. Sin embargo, la situación mejoró significativamente con el programa de vuelos comerciales de la NASA y la integración de la nave Dragon de SpaceX, que ahora puede llevar y traer astronautas. Durante nueve años, tras el cese de los vuelos del transbordador espacial de la NASA (Space Shuttle), la única forma de llegar a la ISS era a través de naves rusas, lo que generaba una dependencia total de Rusia.
Aunque gracias a SpaceX esta dependencia ya no existe, las naves rusas siguen siendo cruciales para la ISS al proporcionar propulsión para el mantenimiento en órbita. La ISS pierde de media dos kilómetros de altura cada mes, y las naves rusas Progress son las encargadas de impulsarla para recuperar la altura necesaria. Sin este impulso, la ISS caería a la Tierra en aproximadamente dos años.
Además, la propulsión es vital para evitar colisiones con basura espacial, dado el grave problema que esta representa. En noviembre de 2021, la ISS tuvo que realizar una maniobra para subir su altura más de un kilómetro y evitar una zona congestionada de basura, provocada por la fragmentación intencionada de un satélite chino Fenyung. Estas maniobras han sido llevadas a cabo tradicionalmente por las naves rusas Progress.
Al final de su vida operativa, prevista ahora para 2028, la ISS deberá realizar una reentrada controlada en la atmósfera para garantizar que descienda en un punto seguro y evitar riesgos para la población. La NASA ha elegido el ‘Point Nemo’ en el Pacífico Sur para esta operación, y se anticipaba que las naves rusas realizarían esta maniobra final.
Aunque la contribución rusa es vital, existen alternativas. La nave Cygnus de Northrop Grumman tiene la capacidad de atracar en la ISS y ya ha realizado con éxito un test de propulsión, lo que permitiría a Estados Unidos asumir la responsabilidad de las maniobras necesarias. De este modo, la dependencia de Rusia desaparecería.
En conclusión, la amenaza rusa de abandonar la ISS no representaría un grave peligro para los socios occidentales. El cese de operaciones rusas se podría manejar cerrando los módulos rusos de la estación y utilizando la nave Dragon de SpaceX para la tripulación y la nave Cygnus de Northrop Grumman para la propulsión, asegurando la continuidad de las operaciones de la ISS sin mayores inconvenientes.