La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los menores no excedan entre una y dos horas de uso diario frente a pantallas. Sin embargo, un reciente informe titulado «Nacer en la era digital: La generación de la IA», elaborado por Qustodio, revela que los niños y adolescentes españoles pasan un promedio de cuatro horas diarias utilizando dispositivos electrónicos fuera del entorno escolar. Este dato supera con creces las recomendaciones oficiales, planteando un desafío significativo para los padres que intentan regular el tiempo que sus hijos dedican a las pantallas.
El crecimiento en un entorno digital plantea dilemas para el desarrollo cognitivo y social de los menores. Los padres enfrentan el reto de establecer límites y rutinas respecto al uso de la tecnología. Las mayores inquietudes giran en torno a los efectos negativos que el uso excesivo de pantallas podría tener sobre las habilidades sociales, la concentración, la creatividad y la calidad del sueño. Por lo tanto, establecer normas es crucial, aunque puede resultar complicado.
Expertos de Qustodio, una plataforma dedicada a la seguridad online y al bienestar digital familiar, han sugerido diversas estrategias para facilitar esta tarea. Resaltan la planificación de horarios específicos para el uso de dispositivos, teniendo en cuenta las actividades diarias de los menores y los tipos de dispositivos que emplean. Asimismo, aconsejan supervisar los contenidos a los que tienen acceso para garantizar que no se expongan a material inapropiado.
Una recomendación clave es ofrecer alternativas atractivas al uso de la tecnología, como actividades al aire libre, fomentar la lectura o compartir tiempo en familia. Además, destacan la importancia de que los padres sean un modelo a seguir en el uso responsable de la tecnología, permitiendo que los menores aprendan a gestionar adecuadamente su tiempo ante las pantallas.
Emily Lawrenson, gerente de comunicación de Qustodio, subraya la necesidad de encontrar un equilibrio entre la vida online y offline. «Es esencial que los padres guíen a sus hijos hacia este balance, estableciendo límites, supervisando sus actividades digitales, proponiendo alternativas y dando un buen ejemplo con su propio uso de la tecnología», concluye Lawrenson.
Aunque las cifras actuales suponen un reto para las familias, las recomendaciones propuestas ofrecen un punto de partida para gestionar efectivamente el uso del tiempo digital por parte de los menores, fomentando un desarrollo más saludable en esta era tecnológica.