El 1 y 2 de noviembre, México se sumerge en una época de reverencia y recuerdo con la celebración del Día de Muertos. Esta significativa festividad, que tiene sus raíces en las culturas indígenas mesoamericanas, se ha transformado y enriquecido a lo largo de los siglos al mezclarse con las tradiciones católicas traídas por los conquistadores españoles. El Día de Muertos es una profunda manifestación de la memoria colectiva y de los vínculos familiares, donde se celebra la vida de aquellos que han partido.
Este año, la celebración ha cobrado un significado especial con la participación de Naciones Unidas (ONU) en México, que ha decidido unirse al evento con la creación de una ofrenda titulada «Honremos la vida y la paz». Esta ofrenda ha sido organizada en colaboración con múltiples entidades culturales y educativas, y se ha instalado en la Casa Miguel Alemán dentro del Complejo Cultural Los Pinos. La comunidad hñoñho otomí de Querétaro ha tenido un rol destacado en su elaboración, aportando una representación de unidad y memoria ancestral a través de elementos tradicionales como el agua, fuego, tierra y cera. Este altar no solo homenajea a los difuntos, también destaca la aspiración hacia la paz en un mundo lleno de conflictos.
La intención de la ONU con esta intervención es hacer eco de un mensaje de esperanza y unidad en un mundo donde más de 2 mil millones de personas viven en medio de violencia y conflicto. La iniciativa busca, además, honrar a las víctimas de conflictos bélicos, promoviendo un diálogo sobre la paz.
Paralelamente, el Museo de Arte Popular de la Ciudad de México presenta «Altar por la paz y la esperanza», que combina arte popular con rasgos modernos, subrayando la importancia de los derechos humanos y la continuidad histórica. Además, los artesanos de Huamantla, Tlaxcala, han contribuido a las celebraciones con un impresionante tapete de aserrín que representa una paloma de la paz, una tradición que se remonta al siglo XIX y que evoca la armonía y la sostenibilidad medioambiental.
El Día de Muertos se alza como una festividad que trasciende fronteras, enviando un mensaje sobre la preservación de la memoria colectiva y la fraternidad entre los pueblos. La participación de la ONU no solo refuerza la relevancia cultural de esta celebración, sino que también promueve un debate necesario sobre la paz y el futuro de la humanidad en medio de las complejidades del mundo actual. Con cada altar y ofrenda, se renueva el compromiso de recordar, celebrar la vida y abogar por un mundo más justo y pacífico.