Últimos días para disfrutar del bodegón de Zurbarán en el Prado

Últimos días para visitar en el Museo Nacional del Prado la obra maestra de Zurbarán Bodegón con cidras, naranjas y rosa

El Museo del Prado ha tenido el honor de recibir el pasado mes de marzo una de las más destacadas obras de Francisco de Zurbarán, el «Bodegón con cidras, naranjas y rosa», una pintura que es admirada como una obra maestra del género y que, además, es la única firmada y fechada por el pintor. Hasta el próximo domingo, esta pieza excepcional podrá ser apreciada en la sala 10 A del edificio Villanueva, donde se exhibirá junto a otros trabajos de Zurbarán pertenecientes a diferentes géneros y épocas de su carrera. Esta exhibición ofrece a los visitantes una oportunidad única para comprender el significado de este bodegón en el contexto de la trayectoria artística del autor.

Este bodegón, que data de 1633, presenta sobre una mesa y ante un fondo oscuro, un arreglo que incluye un plato de metal con varias cidras, una cesta con naranjas adornadas con hojas y flores de azahar, y otro plato metálico sobre el que descansan una taza y una rosa. Es la única naturaleza muerta firmada por Zurbarán y se considera una de las obras maestras de este género en Europa. Algunos elementos, como la taza con la rosa, aparecen también en otras composiciones del pintor, conocido por sus detalladas representaciones de naturaleza muerta en trabajos religiosos. Sin embargo, sus bodegones independientes son extremadamente escasos, lo que incrementa aún más el valor de esta obra.

Desde su reconocimiento en la década de 1920, «Bodegón con cidras, naranjas y rosa» ha alcanzado una extraordinaria fama, en gran parte gracias al magistral uso de la escala de Zurbarán, su precisión descriptiva y su claridad compositiva. Los objetos, dispuestos en tres planos ligeramente diferenciados y destacados por una luz lateral muy estratégica, emergen de las sombras, definiendo nítidamente sus volúmenes y texturas. El riguroso orden que caracteriza la disposición de los objetos, la atención individualizada a cada uno de ellos, el uso controlado de la iluminación y la oscuridad del fondo, producen una obra que es a la vez silenciosa, delicada y solemne. No es sorprendente que muchos autores hayan sugerido durante años que esta pintura podría albergar un contenido sagrado.

Para los visitantes del Museo del Prado, esta es una ocasión inigualable para contemplar de cerca una de las obras más significativas de Francisco de Zurbarán. Además, ofrece la posibilidad de profundizar en la obra y el legado de uno de los grandes maestros del Barroco español.