El 23 de noviembre de 2022, las vidas de Pablo Álvarez y Sara García cambiaron para siempre. El ingeniero de Airbus y la investigadora en cáncer del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) fueron presentados en París como dos de los 17 nuevos astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA). Hasta ahora, el único español seleccionado para el cuerpo europeo de astronautas era Pedro Duque, hace ya 30 años. Desde entonces, solo ha habido otras dos convocatorias, una en 1998 y otra en 2008.
Para ser astronauta no se puede estudiar una carrera específica. El duro proceso de selección estaba tradicionalmente orientado a pilotos e ingenieros. Sin embargo, en esta última convocatoria, la ESA ha abierto el proceso a otras disciplinas y, por primera vez, ha incluido a un astronauta con discapacidad.
Pablo y Sara, los nuevos astronautas españoles, son de León, pero no se conocían. Se llevan 17 días, aunque no nacieron en el mismo año: en 1988 y 1989, respectivamente. Entre ellos hay cariño y camaradería. Son de los pocos elegidos en un proceso con más de 22.000 aspirantes.
¿Cómo os interesasteis por ser astronautas?
Pablo Álvarez: Es un sueño que todos los niños tienen alguna vez, pero luego sigues tu camino, tu formación para hacerte ingeniero o científica y realmente no te lo planteas como una opción real, ni siquiera en el momento en el que echas el currículum para esto. En el momento en el que ves la oferta dices bueno, vamos a echar el resto aquí, que este tren pasa una vez.
Sara García: Sí, mi caso ha sido muy similar. De pequeña fantaseé con ello, pero nunca me lo planteé en serio. A raíz de ver la oferta y de analizarla desde una perspectiva adulta y madura dices, bueno, el trabajo me interesa y tengo un perfil que se adapta bastante bien a lo que ellos están buscando. Vamos a intentarlo, las posibilidades son muy bajas, pero el camino puede ser interesante.
¿Cómo os enterasteis de que habíais sido seleccionados?
P. Á.: Con una llamada del director general de la Agencia Espacial Europea [Josef Aschbacher], que nos invitó a París y nos lo contamos entre nosotros, porque habíamos hecho un pequeño pacto interno de que lo haríamos si alguno llegaba al final.
¿Y cómo reaccionas ante algo así? ¿A quién se lo cuentas primero?
S. G.: Nos lo contamos entre nosotros. Hicimos un pequeño pacto interno, entre los dos, de que nos lo contaríamos, para que, si uno de los dos no recibía la llamada, no tuviese esa agonía de saber si habíamos llegado hasta el final o no.
¿Ya os conocíais del proceso de selección? ¿Había más españoles?
S. G.: Sí. Nos presentamos unos 1.300-1.500 españoles, de los cuales pasamos el primer screening unos 80 y fuimos invitados a la primera fase en Hamburgo (Alemania). Entre ellos, hay gente con unos perfilazos increíbles y creamos un grupo de WhatsApp que sigue muy activo. De hecho, aunque fueron pasando las fases y quedaba menos gente seleccionada, está más activo que nunca y han surgido colaboraciones interesantes que a lo mejor se profesionalizan.
¿Qué pasará con vuestros trabajos?
P. Á.: El mío [en Airbus] lo voy a dejar antes de empezar el entrenamiento, el 1 de abril. Tras el anuncio, fui al trabajo y ha sido una locura, pero bueno, espero que sea el boom de los primeros días. Se lo han tomado muy bien.
S. G.: Yo voy a compaginar las dos cosas. De momento, voy a seguir con mi investigación en el CNIO y con mis estudiantes. Estoy liderando un proyecto de descubrimiento de nuevos fármacos. Voy a continuar con ello y, al mismo tiempo, realizar las labores que tengo que hacer para la ESA: las obligaciones de mantener mi certificado médico, la formación, más todos los servicios de consultoría –que serán de manera puntual– o las tareas o misiones que me puedan asignar en determinado momento. Si surge una oportunidad de vuelo, sí que tendría que pedirme una excedencia o dejarlo temporalmente para recibir la formación y por supuesto, ejecutar la misión. Pero hasta entonces puedo compaginar los dos trabajos.
Pablo Álvarez dejará su trabajo de ingeniero en Airbus el 1 de abril, cuando comience su entrenamiento en la Agencia Espacial Europea, y Sara García compaginará las tareas que le asigne la ESA con sus actuales investigaciones en el CNIO.
¿Cómo lleváis la presión mediática?
S. G.: Bien. Las entrevistas están siendo muy amables y la gente que nos estamos encontrando está muy ilusionada con que haya dos astronautas españoles después de 30 años. Ver esas sonrisas, esa ilusión y esa amabilidad, compensa con creces todo. Somos dos personas un poco privadas que tampoco se exponen mucho, pero al menos para mí está siendo bonito. Todavía no me paran por la calle. Si nos haces la misma pregunta dentro de un par de semanas, a lo mejor contestamos otra cosa.
P. Á.: A mí, en la fábrica, en Getafe, con todo ese entorno aeroespacial, sí que me han parado un poquito. Pero bueno, venían todos con una sonrisa de oreja a oreja y muy cautos.
¿Qué tipo de experimentos científicos están programados?
S. G.: Se ha establecido una especie de hoja de ruta sobre distintos ámbitos científicos en los que se quiere profundizar hasta que la Estación Espacial Internacional deje de ser operativa y, si no me equivoco, hay unas diez líneas de acción de aquí a 2030 que tocan desde temas de salud y de biomedicina hasta ciencia de materiales. Es un documento de más de 100 páginas. Es impresionante la cantidad de proyectos científicos que se van a desarrollar ahí.