La Partnership for Advanced Computing in Europe (PRACE) es una asociación internacional sin ánimo de lucro que agrupa a los cinco mayores centros europeos de supercomputación en Francia, Alemania, Italia, Suiza y España a través del Barcelona Supercomputing Center. En la asociación participan una veintena de países, y su principal tarea es asignar el trabajo a realizar en los superordenadores europeos mediante la revisión de las propuestas y el seguimiento de los proyectos.
Como respuesta rápida a la pandemia mundial por el coronavirus, PRACE facilitó el trabajo de la comunidad científica con la convocatoria PRACE COVID-19 Fast Track Call. Este programa asignó miles de años de simulaciones computacionales, sin cargo, para combatir mejor la crisis sanitaria. La asignación gratuita de recursos de computación de alto rendimiento (HPC, por sus siglas en inglés) permitió acelerar la generación de conocimiento científico. Además, los resultados se pusieron a disposición de toda la comunidad de forma abierta a través de los principios del Open Science.
Después de trabajar durante más de un año para proporcionar acceso urgente a los superordenadores, el comité de PRACE que ha evaluado las investigaciones candidatas y asignado los HPC ha recapitulado las lecciones aprendidas. Los resultados se presentan ahora en la revista PNAS.
En cuatro meses, la COVID-19 Fast Track Call recibió 80 propuestas divididas en cinco grupos: investigación biomolecular, detección de compuestos, dinámica de fluidos, transmisión de virus a través de gotas y epidemiología. Además, 12 de los proyectos también utilizaron técnicas de inteligencia artificial (IA) para modelar la propagación de infecciones o realizar estudios bioestructurales.
Investigadores de toda Europa han utilizado más de 500 millones de horas de simulaciones (equivalentes a más de 57,000 años) para combatir la pandemia durante este tiempo. “Esto supone un 40 % del total de las máquinas en el periodo considerado, empleando todos los recursos posibles para poder hacer ciencia en cualquier ámbito que pudiera paliar la covid-19”, explica Núria López, del Instituto Catalán de Investigación Química (ICIQ).
“Hemos trabajado mucho para conseguir que nadie que tuviera un proyecto interesante y con aplicación potencial se quedara fuera”, añade López.
“Vimos que existía una necesidad y una oportunidad de hacer computación urgente, y ahora tenemos nuestras herramientas listas para enfrentarnos a este tipo de desafíos”, subraya esta miembro del comité directivo científico de PRACE, quien añade: “Esta experiencia nos ha enseñado mucho y, cuando surja una nueva crisis, podremos volver a hacerlo. La ciencia abierta es especialmente importante en tiempos de necesidad”.
Las lecciones que destacan los autores a la hora de aplicar la supercomputación urgente en futuras crisis incluyen la disponibilidad y apertura de los datos, fomentar la presentación de propuestas interdisciplinares que aborden efectos entrelazados de una pandemia u otras emergencias, modificar los requisitos técnicos para facilitar el acceso a campos científicos que técnicamente estén menos preparados para funcionar con los HPC, pero que sean potencialmente útiles para combatir las crisis, y una rigurosa evaluación científica por pares para evitar propuestas que no puedan producir resultados tangibles a corto plazo.
“La comunidad ha trabajado mucho en la COVID-19 Fast Track Call, han sido muy generosos con su tiempo y se lo agradecemos; sin embargo, necesitamos más personas que estudien y trabajen en áreas técnicas (por ejemplo, desarrolladores de software para portar códigos a arquitecturas HPC), ya que esto nos permitirá tener los mejores algoritmos y usarlos de manera eficiente cuando surja la próxima crisis”, concluye la profesora López.